
A lo largo de estos años me «han llovido» preguntas que se repiten en infinidad de ocasiones referentes al yoga y taichí por parte de muchas personas. Es lo que comúnmente solemos llamar «las preguntas del millón». Una de ellas : «¿Qué es mejor el yoga o el taichí?». Así como comentarios hacia el yoga, acompañados de diálogos que denotan resistencia : «Uff, yo no tengo nada de flexibilidad. Esto no es para mí. Yo nunca podría hacer eso».
Como puede verse, en esta última, prevalece la carga de la negación, la duda, el compararse con los demás y el no darse la oportunidad a explorar cosas nuevas. Desde mi humildad y manera de sentir la práctica, voy a compartir aquello que aflora de mi interior a modo de posibles respuestas.
Desde mis comienzos en la práctica del yoga en 1998, y posteriormente en 2003 con taichí así como chikung, me he visto inundada en varias ocasiones con la pregunta de cuál de las dos disciplinas es mejor. Mi respuesta siempre ha sido similar: ambas buscan la misma esencia; el amor y el equilibrio cuerpo-mente-espíritu, pero por caminos diferentes. Ninguna es mejor que la otra, son complementarias. Lo que no te aporta el taichí o el chikung, te lo aporta el yoga. Y viceversa, lo que no te aporta el yoga, te lo aporta el taichí o el chikung. Prueba y descubre, saca tus propias conclusiones. En último término, y si así el practicante lo siente interiormente, se pueden alcanzar estados de crecimiento espiritual y del Ser muy potentes. Al final, se crea tal fusión con la práctica que se convierte en un modo de vida que ayuda a crecer y evolucionar dentro de un entorno más «seguro», cálido, amoroso, equilibrado y saludable. Es como ir encontrando poco a poco tu sitio, tu lugar en la vida, y el por qué estás aquí. Y lo curioso es que las respuestas surgen sin preguntas, suceden por sí mismas a través de la misma práctica, del mismo modo que contemplas el cielo estrellado de la noche, y de la nada surge una estrella fugaz que capta tu atención y crea un cambio de estado de ánimo.
El yoga tiene muchos matices, dependiendo del estilo y de la persona que lo imparte. Se trata de encontrar la práctica y persona que en un determinado momento conecte sus enseñanzas con lo que tu interior está pidiendo. Hay ocasiones en que la primera clase y/o clases de prueba te pueden dar una idea bastante clara de si te gusta o no una disciplina ofertada por un determinado profesor. No obstante, es recomendable tener paciencia y no quedarse con juicios referentes a la primera clase y probar como mínimo un mes, siempre y cuando tu primera experiencia te deje dudas y la posibilidad de dar al profesor una oportunidad así como a ti mismo. Ni los profesores estamos siempre igual ni los alumnos tampoco. Todos somos humanos. Si pasado ese tiempo no te convence, puedes probar otro profesor u otro estilo. No obstante, déjate llevar siempre por tu corazón.

En mi caso, tanto el yoga como el taichí/chikung me ayudaron a observar de frente la enfermedad y poder manejarla de un modo muy diferente a como lo habría hecho si no hubiese practicado y crecido con la práctica de éstas. El yoga me aporta esa vitalidad, fuerza y concentración requerida para diferentes aspectos que la vida te «enfrenta» a modo de maestros mediante las asanas (posturas), respiraciones, trabajos energéticos a través de los chakras, saludos al sol, limpiezas internas, alimentación y un modo de vida consciente unida al respeto y al amor. No es un yoga donde haya que llegar forzosamente a un sitio, sino, simplemente es seguir el camino y disfrutarlo. Él te lleva y guía, siempre que lo hagas con intención y escucha sincera de tu corazón. Y ese lenguaje silencioso lo adquieres escuchando tu cuerpo en cada asana, dándole el respeto y cuidado que se merece, parando cuando sientes que debes hacerlo y dando un poquito más de sí cuando percibes que estás preparado para ello. Haciendo uso de la compañía cálida de tu respiración, te dejas mecer en el soltar de tus músculos y de tu cuerpo. Quizás, haya un momento de tu práctica en que desees ejercitar la fuerza y el equilibrio a través de ciertas posturas, necesarios para un completo trabajo cuerpo-mente-espíritu . Aún así, mantenemos la consciencia en lo que estamos haciendo y sintiendo.
Tanto el taichí como el chikung me aportan esa parte sutil y sensible en unas cantidades más intensas que el yoga. Hablo desde mi propia experiencia, lo cual no tiene por qué coincidir con la de otras personas. Mediante la forma del taichí conecto con el movimiento lento y fluido de mi cuerpo, que es invadido de creatividad y belleza femenina debido a la dulzura que transmite el rostro y a la suavidad de mis gestos corporales. Todo ello es acompañado por una respiración silenciosa que me permite percibir rápidamente todo cuanto me rodea desde el amor. Mi corazón en esos momentos se expande y se experimenta una auténtica paz. Se percibe algo semejante a como si yo estuviera en el centro y todo sucediese alrededor, sin atraparme, pero a la vez siendo consciente de su existencia, sonidos, aromas… El amor y la sonrisa interior se expande al unísono hacia todo cuanto me rodea. Esta práctica me conecta muy rápido con la energía y el amor, tanto con la mía como con la del resto de seres, plantas, montañas, minerales… Todo cuanto se haya a mi alrededor adquiere presencia abrazada desde la base del amor. Es un espacio de auténtica conexión que me ayuda a entrar en contacto con mi espiritualidad.
Además, con el taichí y el chikung se me da la oportunidad de conectar con un lenguaje propio de mi cuerpo y emociones, así como con los elementos de la naturaleza y sus estaciones. Se crea un auténtico espacio de sanación muy similar al chamanismo auténtico, donde se buscaba la vía del autoconocimiento y sanación mediante la conexión con el mundo natural.

Haciendo uso de ciertos estilos de chikung puedo reconocer mis miedos, mi pasado, mi presente, la conexión de mis emociones con determinados órganos de mi cuerpo, para posteriormente sentirlos en su forma física y energética, y darles permiso para su sanación. Poco a poco surge una comprensión intrínseca de que todos formamos parte de un Todo más grande, más amplio y que apenas podemos concebir con el «ojo de nuestra consciencia». Estos son los momentos en que damos paso a la autosanación y con ello colaboramos con la sanación del mundo (y del propio Universo).
Así, el yoga me aporta una gran creatividad en los estiramientos y posturas de equilibrio/fuerza en esos puntos de mi cuerpo donde no llega de la misma manera mi práctica de taichi o chikung. Por otro lado, el taichí y el chikung me permiten conectar con la energía en mis manos y otras zonas de mi cuerpo de una manera rápida y amorosa. También se incrementa la concentración y el equilibrio, que junto con el resto de beneficios que me aportan van a enriquecer mi práctica de yoga, resultando ésta mucho más efectiva. Así pues, desde mi propia experiencia, ambas prácticas se benefician una de la otra.
A las personas que se niegan a practicar yoga porque lo miran como algo acrobático, decirles que yoga no es eso. Les invito a que abandonen esa idea que tan solo limita su práctica y es una gran fuente de excusas para dar inicio a la misma. El yoga te invita al autodescubrimiento, a explorar tus límites, a aceptarlos, a darte cariño y respeto a tí mismo/a y al resto del mundo, a valorar tu respiración y a conectar con ella con los pranayamas (técnicas respiratorias), a un cuidado del cuerpo con las asanas y la alimentación, así como con limpiezas. Es un camino de vida, una transformación del ser, que vibra en el amor y en la paz. Las asanas es una vía más para acercarse a esa transformación en un mayor equilibrio cuerpo-mente-espíritu. Con el yoga, al igual que con el taichi y el chikung, se adquiere un cambio de consciencia más elevado que se refleja en un estado más calmado de la mente, un incremento en la claridad de la misma, un cuerpo más sano y ágil, así como una sensación de estar conectado con el mundo. Ante esos momentos de duda, recuerda que hay tantos profesores como estilos de yoga. Es tan solo tener paciencia y encontrar el que más se adapte a tus circunstancias y necesidades. Recuerda, que si tu voz interior tiene preferencias por posturas cálidas y conscientes, siempre puedes recurrir a un estilo de yoga dulce. https://centrotaisha.es/actividades/yoga-dulce/
Resumiendo, son totalmente aconsejables las disciplinas de yoga, taichí y/o chikung. Además las considero altamente compatibles y complementarias, incrementando los beneficios de unas y otras de manera independiente durante su práctica autónoma.
Si tenías cualquier duda al respecto, espero que este post te haya ayudado.
Feliz caminar en el sendero de la existencia. NAMASTÉ
Esther Tomás , 16 septiembre 2020