
A la belleza de tu figura, esa que cuando es contemplada transmite una mezcla de robustez e inmensa protección. Sólo te falta hablar, pero bajo tu silencio lo transmites todo. Cómplice del paso del tiempo, acallas en tus muros historias pasadas. En quietud eres el gran observador que lo contempla todo sin juicios. Durante siglos, has dado cobijo y protección a tus gentes, has soportado leyendas, y has permanecido intacto ante múltiples batallas. Inamovible ante las intensas heladas de los inviernos, las fuertes lluvias y vientos que se dejan deslizar por tu vestimenta a modo de piedra, la nieve que te envuelve y cambia de traje, transfigurando emociones a todo aquel que contempla tus muros vestidos de blanco. El sol del amanecer tiñe de dorado tus faldas, y al anochecer, la figura femenina de la luna te susurra al oído para contarte historias pasadas. Mientras, todo tú, mi querido castillo, te sientes protegido y mimado por la cubierta de estrellas de la noche.
Figura privilegiada en fiestas, venerada por todo aquel que observa tu gallardía con muestras de dignidad. Compartes el disfrute de sus risas y alegrías en esos primeros días de septiembre. Ellos no lo saben, pero en tus muros surjen pequeños destellos de felicidad, síntoma de la alegría de tu ciudad. Acompañas a tus visitantes a través de tus salas e increíbles vistas, bajo la mirada dulce de tus ventanales que dan al valle. Pero de repente… algo surgió. Cesaron las visitas, se sustituyeron los susurros en tus salas por el silencio que se expande a lo largo de los días. Las calles de tu ciudad se quedaron vacías. Pensaste … ¿Se han vuelto locos? ¿Qué ocurría?
Aún dentro del dolor, del miedo y de la inquietud en otros, fuiste figura de esperanza y alegría en muchos, que confinados en sus casas en ese día 1 abril de 2020, a través de las ventanas de sus hogares, encontraban una vía de escape a la imaginación y al color cuando te observaban. Porque transmites poesía, pero ese día, además iba envuelta de un mensaje muy especial.
Quiso una dulce lluvia, esa que limpia el ambiente y los aires, regalarte un manto de colores que adornara tu figura resaltando tu corona. Y surgió la belleza dentro de lo inesperado. Mientras el mundo sufría, la oscuridad y la incertidumbre abrumaba distintos escenarios de la humanidad, sobre tus muros, y recién estrenada la primavera, quiso ésta llenarte de color. Te abrazó un inmenso arcoíris, con todos sus colores mostrando la vida y la belleza al mundo. Parecía, como si por unos instantes, un mensaje de esperanza emanara desde el propio cielo. Y es que, dentro del dolor, de la oscuridad, siempre puede emanar rafagas de belleza. «No os preocupéis, todo pasará…», decía el cielo a través de su mensajero de colores de forma semicircular.
Y proseguía el arcoíris con su mensaje: » Mientras, disfrutar de este regalo de la naturaleza. Disfruta de sus colores y formas, e intenta transcribir con el mensaje de tu corazón su mensaje escondido: el de la esperanza y el color de la vida, pese a los momentos de dureza y pesadumbre, aquellos que a la larga son los maestros del crecimiento del ser humano».
Y ahí, mientras que alrededor se percibían las gotas de dolor, durante unos instantes percibimos gotas que limpiaban y daban claridad para ver con otros ojos. Unos ojos que pudimos llenar de belleza, color, asombro y entusiasmo a la vida. Y ese mensaje, simplemente surgió quizás ante los ojos de unos pocos. Pero fue suficiente para emanar nuevos destellos de esperanza, paz y alegría.
Los arcoíris sois como mariposas coloridas que surgen espontáneas sobre el cielo. Al igual que ellas, las más bellas, os hacéis de rogar tímidamente, dejando mostrar la belleza de vuestra imagen muy de largo en largo en el tiempo. Con vuestra pose de tan limitada permanencia en el cielo, cambiáis de manera inminente los paisajes del entorno y el ánimo de las personas, que como un regalo se deleitan de vuestra hermosura.
Tal fue así, que ese 1 de abril de 2020, sucedió el abrazo de tu colorido gesto sobre nuestro querido castillo. Permitiste que en los corazones surgieran cambios de estados, y sucedió, que emociones «atascadas» de varios días, se transformaran bajo el lenguaje recordatorio de QUE DENTRO DE TANTO DOLOR ES POSIBLE LA BELLEZA.
Para todo aquel que sepa ver la belleza y reconocer su sencillo lenguaje
Esther Tomás, 21 julio 2020